Pasear por el casco histórico de Finestrat es una agradable experiencia en estos primeros días de otoño, cuando las temperaturas se vuelven suaves y el cielo luce de un azul intenso. La claridad visual, propia de esta época del año, invita a realizar fotografías de alta calidad en un entorno de gran belleza. El primer impacto, al acercarse a esta localidad de la Marina Baixa, son las Casas Colgantes, que descansan sobre una gran peña y dibujan la silueta de la parte baja del municipio. Son especialmente bucólicas cuando se iluminan, al desparece el sol del horizonte.

La fachada exterior da lugar en su interior a un mosaico de callejuelas, imbricadas unas con otras, a través de pequeñas placitas, que añaden al casco histórico el plus que otorga a la urbanidad las reproducciones a pequeña escala de la naturaleza en forma de fuentes y árboles.

Serpenteando por estos rincones de casas de colores se va accediendo al corazón del casco histórico, emergiendo en la plaça de La Torreta la fachada principal, con sus escalinatas, de la Iglesia de Sant Bertomeu, bendecida el 24 de agosto de 1751. Esta construcción está catalogada como Bien de Relevancia Local en el Inventario General del Patrimonio Cultural Valenciano. En su interior se han descubierto recientemente pinturas originales en la nave central, ocultos bajo una capa de yeso, posiblemente del siglo XVIII.

A la iglesia también se accede por una puerta lateral que da a la plaça de L’Ajuntament y desde allí se inicia el ascenso a la parte alta del municipio a través de El Carreró, un pasadizo de escaleras que en la Edad Media fue el portal principal para acceder al paraje de El Castell, posiblemente uno de los entornos más bellos que tiene Finestrat y donde está situada la Ermita del Santíssim Crist del Remei, que fue construida en 1924 por suscripción popular y es, sin duda, uno de los edificios más emblemáticos del municipio.